"De la Terapia gestáltica y las
Constelaciones Familiares"
(Testimonio de un camino personal)
Corría el año 1981 cuando por primera vez tomo contacto
con la Terapia Gestáltica. Eran algunas referencias y ejercicios
citados en el libro “Nacido para vencer” de James E.
Jongeward.
“¿La Gestalt llega a mi vida o yo llego a la Gestalt?”.
Con estas palabras empezaba mi monografía para cerrar mi
primer curso de Gestalt.
En el año 2002 podría haber dicho: - “¿Las
Constelaciones Familiares llegan a mi vida, o yo llego a las Constelaciones Familiares?”. Como sea…y puede ser por lo menos de esas dos maneras…Ha sido un largo camino…
Desde el principio la Gestalt es para mí una verdadera posibilidad de sanación, una puerta que se abre donde sólo había visto una pared. Un camino creativo de encuentros con la libertad y la responsabilidad. Una oportunidad real de cerrar situaciones inconclusas y de abrirme más y de nuevo a la vida.
Me enamoré de la Gestalt a tal punto, que decidí estudiar
psicología para ser terapeuta gestáltica. La Terapia
Gestáltica me ayudó a ampliar mi vida, que hasta ese
momento transcurría entre el arte y mi familia, y en una
personal y permanente búsqueda de sentido. Y me dije: -“tal
vez yo sirva para esto”.
Fritz Perls me maravillaba con su estilo, su desparpajo, su coraje
y su sabiduría. Creo que a muchos nos pasó lo mismo.
El era el símbolo de una época de nuevos pensamientos
y nuevas direcciones, de rebeldías y revelaciones.
Recuerdo con una mezcla de cariño y nostalgia esa manera
de creer, que de veras íbamos a cambiar el mundo, que caracterizó mi juventud. Agradezco a esta pasión que conmovió
mis cimientos y me permitió realizar mi añorado deseo
de “ser parte de…”.
Siendo terapeuta gestáltica pude sintetizar en mi trabajo,
todo lo que fue y es parte de mi vida (eso es lo que más
me maravilla de la Gestalt: la posibilidad de crecer, de ampliar,
de transformar y de integrar…). Integré entonces el
arte, mis largos años de trabajo artesanal, mi búsqueda
espiritual, el despertar a otras realidades, la comprensión
y vivencia de otros estados de conciencia, el Zen, el “Camino
de la Belleza”, mi ser hija, mujer y madre (y ahora abuela),
todo lo aprendido y mucho que tuve que desaprender. Todo lo puse
en mi trabajo. Confiando en las palabras de Fritz de que “el
ser es contagioso” seguí siempre atenta a lo que podría aportar más.
Así conocí el Eneagrama, que me permitió comprender
y aceptar que no era yo tan libre como imaginaba, y mucho menos
“especial” como me sentía. Fue un buen golpe
que me hizo dar cuenta que esta estructura egoica que he desarrollado
a lo largo de mi vida, es mi mayor debilidad y mi mayor fortaleza…La Gestalt seguía creciendo.
Y entonces en plena madurez otro flechazo: Las Constelaciones Familiares
de Bert Hellinger. Otro universo se abrió, o podría
decir: se completaron algunos huecos en mi universo.
Siempre vi a la Terapia Gestáltica como una terapia sistémica, pero ahora el “sistema” tenía en cuenta más generaciones. Ver de una manera nueva algo ya visto…y empecé a comprender la importancia de lo transgeneracional en lo individual. Somos una partecita del todo, una hebra en el entramado familiar. Entonces comprendí que era aún menos libre de lo que creía. Si el trabajo con el ego me mostró mis limitaciones, las Constelaciones Familiares sacudieron todas mis creencias y mis visiones de la realidad.
Nuevos conceptos, como el síndrome de aniversario, por ejemplo:
cuando en una familia durante varias generaciones los hombres mueren
a determinada edad , aún sin estar enfermos.
Las lealtades invisibles, como cuando un hermano nunca salva su
último examen, para no ser mejor que el hermano discapacitado.
La fuerza impresionante de lo, o los excluidos a través de
generaciones: aquello o aquel excluido será representado
por alguien en una generación posterior. Por ejemplo: si
una persona con problemas mentales fue “ocultada” por
vergüenza o por temor, algún descendiente desarrollará probablemente un déficit atencional.
Si una hija no logra asentir y honrar a su madre, así como
fue, puede desarrollar enfermedades sobre todo de columna, etc.
Preguntas que durante años rondaban mi “ser terapeuta”, empezaban a tener respuestas que seguirían cambiando mi visión de la realidad, y podía sentir el proceso de transformación en todos los rincones de mi vida.
A mi amadísima Gestalt le crecieron otros brazos…y
el proceso no tenía retorno.
A quien como yo, perteneció a la generación de: “todo lo que precisas es amor” (John Lennon), aprender que “sólo el amor no basta” y que el amor no fluye si no es en el orden, fue para mi verdaderamente revolucionario, si bien en algún lugar lo intuía. Vivenciar y comprender “Los órdenes del Amor” fue aquel: “ahá!...claro!” (un “darme cuenta” rotundo).”Los Ordenes del Amor de Bert Hellinger” son tan obvios como que: primero están los primeros en un sistema familiar, que en la familia existen jerarquías y que no hay paz y amor si no hay orden y respeto. Cosas tan sencillas.
A un sistema familiar pertenecen, por lo menos: los bisabuelos,
los abuelos, los padres, los hijos, todos lo que hicieron lugar
para que el sistema exista (por ej,: parejas anteriores), los hijos
no nacidos o muertos prematuramente. TODOS tienen su lugar y de
una manera ordenada, y si no es así comienzan las disfunciones
y las enfermedades.
Hasta ahí todo iba encajando donde había huecos, y
entonces surge lo inevitable: -“claro, todos tienen su lugar,
pero…¡hay cada padres!...”. Quiero decir que la
pregunta se me hizo inevitable: - “¿cómo, los
<malos> también tienen que tener su lugar?” Fue
entonces romper definitivamente con cualquier concepto de “bien”
y de “mal”, y aprender a trabajar desde el reconocimiento
de los hechos tal y cual sucedieron y tal y cual son, sin juicios.
Olvidarme del término “justicia”, por la sencilla
razón de que lo que es justo para unos no lo es para otros.
El abordaje fenomenológico de la Gestalt, alcanza su máxima expresión en una constelación familiar: sólo
trabajamos con lo que está ahí sucediendo entre los
representantes. Trabajamos para que emerjan dinámicas ocultas
y se libere la energía trancada en las implicancias. Trabajamos
para la inclusión y la reconciliación, para que en
el orden pueda fluir el amor.
Para mí, la Terapia Gestáltica sigue siendo un trabajo
maravilloso que disfruto cada día. La mirada de las Constelaciones Familiares me ha ayudado a comprender por qué en algunos casos, sólo la terapia no bastaba y me ha permitido encontrar una herramienta, que a veces me permite llegar allí adonde ocurrieron los hechos y allí trabajar.
También aprendí que los hijos SIEMPRE aman a sus padres
(aún si no los conocen) y les son leales, sobre todo a los
que más sufren. Este es el amor más grande. Comprender
que muchas veces un niño está enojado porque su padre
lo dejó (y sigue enojado aún de grande). Porque para
un niño es más fácil vivir con el enojo que
con el dolor que sentiría, y que existe ese dolor porque
hay amor, un enorme amor…Entonces cuando trabajamos con el
adulto que aún está enojado, tenemos que atravesar
el dolor para que finalmente llegue al amor.
Volví a aprender algo tan obvio como que lo más grande
es la Vida, porque ella es la que permite todo lo demás,
y así aprendí a agradecer la fuente de la vida y a
quienes me la trasmitieron. Aprendí a agradecer y a honrar
a mis padres, así como fueron y son. Me reconocí hebra
en la trama y veo que la vida pasa por mí y sigue…
Aprendí que el misterio es el Misterio y que todas las visiones
del misterio son aproximaciones y nada más.
Reaprendí la paradoja de que el cambio sólo puede
producirse desde la aceptación de lo que es.
Hellinger nos habla acerca del Destino, y me ocurrió nuevamente
de ver lo conocido con nuevos ojos. El espíritu rebelde de
mi adolescente interior protestó:-“¿Destino?”…lo sentí como el colmo…”¿y la libertad?…¿y el libre albedrío?”. Pude darme cuenta nuevamente de mi enorme arrogancia: creía que si “realmente” quería algo lo podría lograr, y lo creía aún en contra de toda evidencia, o sea: creía en una ilusión.
Hay un Destino innegable, ineludible: aquél que tiene que
ver con la familia a la que nos tocó pertenecer; la época,
el país, la condición social, etc. Está también aquél Destino en donde vemos actuar poderosas fuerzas que tienen que ver con el misterio de la vida y la muerte: justo nos
salvamos de subir a un avión que cayó; justo se nos
cae un rayo encima …esos “detalles” implacables
y totalmente fuera de nuestro control. Y luego sí el otro
Destino: el que nos permite ejercer nuestra pequeña influencia
y que tiene que ver con las implicancias sistémicas, con
los desórdenes, con el amor que enferma; por ejemplo: cuando
un hijo quiere morir en lugar de su madre, o cuando alguien pretende
ser más y mayor que sus mayores, o cuando alguien prefiere
llevar una enfermedad antes que “bajar la cabeza” ante
lo que es. O cuando alguien está identificado con un excluido
y entonces siente que no es dueño de su vida…y es que
no lo es.
Es en este pequeño espacio que podemos trabajar en una constelación, cuando ya realmente vemos que nuestra sola voluntad no basta, que otras fuerzas están actuando en nosotros.
Las Constelaciones Familiares nos permiten, como mínimo,
cambiar la imagen interna que tenemos de un problema, y encontrar,
en el mejor de los casos, una imagen nueva de solución.
Trabajar con las constelaciones nos exige colocarnos nosotros también, los terapeutas, en un lugar adecuado dentro del orden. Primero está el paciente y sus padres. Siempre que llega un paciente yo veo con él a sus padres, y así como son y fueron les hago un lugar en mi corazón y en la consulta.
Como terapeutas estamos en último lugar en el sistema, y
desde allí “operamos”. Esta actitud correcta
para constelar, me ha sido también de mucha ayuda en la consulta
individual. Es una herramienta que libera al paciente y nos libera
a nosotros de ocupar lugares que no nos corresponden.
Está más que claro que las Constelaciones Familiares
no sustituyen el trabajo terapéutico, pero sí dan
un impulso, un fuerte impulso hacia la solución. Esto, de
alguna manera, hace más breve el proceso terapéutico,
y al mismo tiempo es paradojal, porque “el alma trabaja despacio,
muy despacio”.
Sigo siendo una terapeuta gestáltica, y hasta por una cuestión de orden es así…en mi vida la Gestalt llegó
primero.
Hasta Hellinger cambió el rumbo de su vida en un taller de
terapia gestáltica. Siendo misionero, en ese taller se “dio
cuenta” que haría mejor su trabajo si fuera terapeuta,
y así estudió e incursionó en muchas corrientes.
Sigo siendo una terapeuta gestáltica y mi Gestalt se expande
con las Constelaciones Familiares.
He crecido al aprender a honrar a mis padres y a mis antepasados,
reconozco la grandeza de mis hermanas, confío que el amor
crece y madura, asiento a mis orígenes, me inclino ante el
Misterio.
Sigo el camino que elegí o…¿qué me eligió?...Como sea…y puede ser por lo menos de esas dos maneras…ha sido un largo camino.
Giselle Dutrenit
"Homenaje a Bert"
El hombre caminaba por sus dominios.
Finalmente comprendía el camino, lo recorrido era más
de lo que nunca había imaginado…Algo lo había
impulsado hacía muchos y muchos años.
Siempre recordaría el día que siendo muy pequeño
había mirado el cielo y las nubes se abrieron en completa sintonía con sus pensamientos, que dejaron de ser pensamientos para convertirse en la sensación plena de ser parte de algo mayor, mucho mayor que él mismo.
La misma sensación le golpeó el pecho el día
que miró a los ojos a un caballo por primera vez…y cuando
acarició el pasto…y el primer baño en el río
…y cuando comprendió que definitivamente cada árbol
desarrolla una forma única y maravillosa, como quiera que haya
soplado el viento y cuanto quiera que haya llovido…
La lluvia…la lluvia lo había conmocionado, la primera
vez cayó despacio, despacito y él, que era un niñito,
levantó sus manitos con las palmas abiertas como cuando recibimos
un regalo…y la cara hacia el cielo…la risa entre alegre
y nerviosa…y luego…la tormenta, el trueno y el rayo y
la lluvia franca y suelta. La total maravilla, la fuerza y se reconoció fuerza y agua que cae y corre. Y jugó en el barro y en su juego se descubrió descubriendo en el barro lo oculto, lo primero.
Una noche fue el fuego. Sintió cómo su alma crepitaba
con el fuego…descubrió hasta qué punto podía
permanecer en silencio por dentro y por fuera, con el fuego. Ese punto
era el momento en que ya no podía más y de a poquito
el fuego le arrancaba un canto que empezaba en el silencio mismo e
iba creciendo hasta convertirse en plegaria.
Todas las primeras veces de su vida, le dejaron regalos que por un
lado eran inesperados y por otro, eran como si siempre lo hubieran
estado esperando…Se descubría humano todos los días…y las noches.
Cuando empezó a recordar los sueños…fue como una
borrachera de emociones…¿todo ese mundo? ¿Ese
otro mundo en mí? ¿Estaré despierto? ¿Cómo saberlo? Su primer sueño conciente le llevó lejos en
la fantasía y en la posibilidad de lo sorprendente. Soñar
era casi tan emocionante como jugar a los laboratorios, crear tintas
de colores a partir de los pétalos de las flores, treparse
a una higuera a comer sus frutos.
Soñar era otra dimensión de su humanidad y cuando percibió que todos soñaban empezó a sospechar que en ese nivel de la existencia quizás todos éramos una sola masa viviente, que por momentos soñaba otras vidas y que de hecho, nunca, podría tener la absoluta seguridad de estar despierto.
Entonces el amor apareció con la misma contundencia que los
huracanes. Simplemente no supo qué hacer con el amor, el amor
hizo con él y por él todo lo que quiso: lo desnudó
ante las estrellas y la luna. Lo llevó hasta todos los abismos.
Pudo volverse loco. Lo doblegó hasta que pudiera entregarse.
Se vio salvaje, simple, primitivo. Lo hizo pequeño, humilde,
bondadoso. Pudo ver a qué costo sus padres le habían
dado esta vida y agradeció la vida y a sus padres. Y cuanto
más amaba, más dolía…lo fugaz, lo inaprensible…lo pasajero. Entonces el dolor se convirtió en aliado y de este alianza le nació poesía. Las palabras pasaron a tener
posibilidades inexploradas. Se sentía un astronauta y un artista
y muchas y muchas veces sentía exactamente nada.
La nada fue parte del impacto y del primer contacto con la muerte.
Esa extraña comprensión del vacío, de los sentimientos que quedan flotando porque quien fuera amado ha muerto. Y entonces buscar el lugar en donde esos sentimientos anidaran para dar vida
a algo nuevo y cuidarlo, como se cuida lo incipiente, lo sutil.
El hombre transitaba los comienzos y siendo aún joven, jovencito
enriqueció de sabores y aromas, recorrió territorios,
descubrió los paisajes del planeta al que sintió como
hembra y como madre. “Madre” dijo, y estaba en el principio,
en el barro y la semilla, como cuna amorosa, apretadita. “Padre” dijo, y estaba en lo que sigue, en el calor del sol y el desarrollo. En la fuerza de pararse y seguir vivo.
No hay maneras de ser otra persona…
La separación, el otro, la diferencia. “Yo no soy tú” y sin embargo al mismo tiempo en otro espacio “yo soy Tú” sin apelaciones…¿Cuántas veces se cae en el abismo?
¿De cuánto espacio está hecha la materia?
“¿A qué velocidad empieza el vuelo?”
Después de tanto tiempo…de tanta belleza y de tanto estiércol …después de reconocerse completamente humano, y de pasar la vida y seguir vivo. De construir para dejar algo hecho, en la esperanza de que tenga sentido…en la confianza de que sea posible dejar la huella sobre este camino, después de todo y de darse cuenta que nada cuenta tanto…que simplemente es que todo pasa y que también, de veras, que todo se queda, así tal cual lo había dicho el poeta…
Así le llegó el tiempo de ser grande, de ser maduro
y todo lo que de él se esperaba estaba hecho. Casi podría
decirse que estaba satisfecho, había algo de comprensión
profunda y por momentos intuía entendimientos y pequeñas
luces se unían en nuevas llamas.
Ya no era lo mismo, ni podría serlo, sin embargo, allí
en el trasfondo, algo sonaba de una manera que parecía eterna,
sin principio ni fin ese sonido, de un bajo profundo y permanente.
Se sintió tan solo como puede sentirse quien sabe que es parte
de algo mayor que se piensa a si mismo en muchas voces .Tuvo la esperanza
de escuchar algún día esa armonía completa, sintió
que en alguna parte esos sonidos de todas las voces de todos los que
somos siempre fue la misma completa armonía, reiterándose,
diciéndose, contándose, despertándose.
Se sintió en unión como puede sentirse quien sabe que
es parte de algo mayor que se piensa a si mismo en muchas voces.
Se le cansó el cuerpo, el mismo cuerpo que durante este tiempo
le permitió experimentarlo todo…Y se sintió cansado
y aún tenía fuerzas para rever todos sus dominios, los
recorrió de nuevo y por un momento hubiese sido capaz de perderlo
todo, todo el asombro, todo lo innombrable, por un momento lo dominó
el vacío, y el hombre sabio tembló y tuvo miedo y entonces
gritó con su voz ronca de dolor y despedida:- “Yo existí!!!
Yo pasé por aquí!!! Y he amado tanto!!!”
“Yo
existí!!!”
¿Cuántas veces se cae en
el abismo?
¿De cuánto espacio está hecha
la materia?
“¿A qué velocidad empieza el vuelo?
(1)
Giselle Dutrenit
(1) (Richard Bach “Juan
Salvador Gaviota)”
Un dominio explicativo de la
falacia de la realidad o
"La pauta que conecta"
(expresión original de Gregory Bateson)
Siguiendo a Capra, y desde mi entender, la física cuántica
involucra algunas ideas y concepciones paradigmáticas (en oposición
al paradigma clásico cartesiano-newtoniano): no reduccionismo,
no determinismo, red de relaciones dinámicas no lineales, el
vínculo entre el observador y lo observado (Heisenberg), la
complementariedad (Bohr), la estabilidad en tanto equilibrio dinámico,
y la revisión profunda del concepto de realidad.
En particular, deseo centrarme en esto último: el concepto
de realidad, y, por extensión, el concepto de verdad. La
revisión del concepto clásico de realidad, que la
física cuántica pone en entredicho, como ya lo habían
hecho desde mucho tiempo atrás el misticismo oriental, y
varios filósofos y epistemólogos.
Al parecer, la mecánica cuántica posee un formalismo
impecable, pero su interpretación es ambigua. Y parecería
también, que esta interpretación ambigua que divide
a los físicos en la actualidad tiene su raíz (o por
lo menos, entre las más importantes) en la concepción
filosófica que se tenga de realidad (y, al mismo tiempo,
de ciencia). Se tiene así, por un lado, los “realistas”
seguidores de Einstein y, por el otro, los ”constructivistas”,
con Heinsenberg y Bohr y sus principios de incertidumbre y el de
complementariedad.
El concepto clásico de realidad tiene su sustento en el
enfoque filosófico denominado realismo. Este enfoque, postula
la existencia de la realidad como objetiva e independiente del observador.
Y así, la coherencia entre los datos sensoriales de diversos
individuos se explica a partir de que todos son generados por la
misma realidad. (1,2)
En oposición está, en una versión radical,
el solipsismo, con “...la opinión de que no existe
una realidad exterior, sino que todas las percepciones y vivencias
humanas, el mundo, el cielo y el infierno están en la cabeza
y que solamente yo (ego solus ipsus) existo”. O, en una versión
un poco más moderada (según entiendo yo), está
el constructivismo de Heinz von Foerster (“el mundo circundante
tal como lo percibimos es invento nuestro”
(3)
y de Ernst von Glasersfeld (constructivismo radical
(4)
;
“toda concepción, todo saber y toda comprensión
es siempre construcción e interpretación del sujeto
viviente” (5)
.
Einstein (precursor de la mecánica cuántica) era
realista y determinista. Nunca aceptó la interpretación
que Heinsenberg y Borh tenían de la teoría cuántica.
Creía que ésta era imperfecta, incompleta, y por eso
“nunca llegó a aceptar la existencia de... conexiones
ilimitadas [a nivel subatómico], ni la naturaleza
fundamental de la probabilidad que resulta de ellas”.
(6)
Luego de su frustrado intento de atacar el principio de incertidumbre
a través de un argumento que fue refutado por Borh en el
célebre debate que sostuvieron en el Sexto Congreso Solvay
realizado en Bruselas en 1930, Einstein, conjuntamente con Podolsky
y Rosen, publicaron en 1935 un trabajo titulado “¿Puede
ser considerada completa la descripción que la mecánica
cuántica hace de la realidad?”, el cual es conocido
por EPR . (7)
Poco tiempo después Bohr publicó un trabajo en el
que se oponía a las conclusiones de EPR. Pero al parecer,
su argumento fundamental no era de índole técnica
(teórico-matemático, metodológico o experimental),
sino de carácter filosófico, negando la postura filosófica
realista en que se inscribe la conclusión de Einstein, aduciendo
que la interpretación de la mecánica cuántica
“requiere un interpretación basada en la complementariedad,
que implica una revisión radical del concepto de realidad”.
(8)
“Estas consideraciones llevan a Bohr a decir que es falso
creer que la meta de la física es descubrir cómo es
la naturaleza, pues, en verdad, sólo se ocupa de lo que podemos
decir acerca de ésta, dudando así que la realidad
de la naturaleza sea conocible. La palabra “realidad”,
dice Bohr, es una palabra que hay que aprender a usar correctamente.
La descripción de la naturaleza que hace la física
no es, para Bohr, un reconocimiento de la realidad del fenómeno,
sino una descripción de las relaciones entre diferentes aspectos
de nuestra experiencia.”
(9,10)
La postura de Borh y Heisenberg desde la teoría cuántica
y, por lo tanto, desde el mundo subatómico, es análoga
a la de otros pensadores como Gregory Bateson, Ernst von Glasersfeld,
Heinz von Foerster, Paul Watzlawick y Humberto Maturana desde otros
ámbitos como la epistemología, la biología,
la antropología, la comunicación o la cibernética.
Ciertamente existen matices entre ellos, pero el denominador común
es la imposibilidad de acceder a la realidad o a esa cosa llamada
verdad.
En los primeros capítulos de “Espíritu y naturaleza
” Bateson transmite la imposibilidad de acceder a la realidad en varias
ocasiones y de diferentes maneras:
“...la verdad significaría una correspondencia
precisa entre nuestra descripción y lo que describimos, o
entre nuestra red total de abstracciones y deducciones y alguna
comprensión total del mundo exterior. En este sentido, la
verdad no es asequible...nunca podremos reclamar haber alcanzado
un conocimiento definitivo de nada”.
(11)
Otra de las más elocuentes para mí es cuando se refiere
a la ciencia, diciendo que:
“...la ciencia es una manera de percibir y de conferir
‘sentido’, digamos así, a nuestros perceptos.
Pero la percepción sólo opera sobre la base de la
diferencia...Las diferencias demasiado pequeñas, o presentadas
demasiado lentamente, no son perceptibles. No pueden alimentar la
percepción...En un momento cualquiera, el conocimiento será
función de los umbrales de los medios de percepción
con que contamos...La ciencia, como método de percepción
–y no puede reclamar ser otra cosa-, está limitada,
al igual que todos los demás métodos de percepción,
por su capacidad para recoger los signos exteriores y visibles de
la verdad, sea lo que fuere esto último...La ciencia indaga,
no prueba.”
(12)
Bateson también postula que no hay experiencia objetiva:
“La experiencia de lo exterior siempre está mediada
por determinados órganos sensoriales y vías neuronales.
En tal medida, los objetos son creación mía, y mi
experiencia de ellos es subjetiva, no objetiva”.
(13)
El planteamiento de Bateson respecto de que la verdad o la realidad
no son asequibles, más allá de honduras y disgregaciones
epistemológicas, me parece muy natural y claro. Y muchos
de nosotros los seres humanos, impelidos, inmersos y parte, de una
cultura occidental individualista y ego-céntrica
(14)
(como parte del paradigma
newtoniano determinista), hemos perdido esa claridad, esa naturalidad
a nosotros como especie.
Pero en verdad. Si nosotros somos parte de La Realidad, ¿cómo
hacemos para salirnos de ella, ser una cosa distinta a Ella, y observarla,
conocerla, y aprehenderla? Y si, supuestamente, pudiéramos
salirnos de Ella,...ya no somos Ella, ¿entonces qué
somos?, ¿a dónde nos vamos?...¿a la No-Realidad?.
El problema es que hemos perdido de vista que no trascendemos la
realidad, ella nos trasciende; nos contiene y nos trasciende. Dicho
de otra forma: somos en la realidad, y no podemos ser fuera de ella
e intentar conocerla. Atreviéndome a interpretar a Watzlawick,
diría que esta confusión sería similar a las
que se refiere este autor cuando escribe sobre la teoría
de los tipos lógicos, y sobre las diferencias entre miembro
y clase (15)
.
Somos miembros de la clase; no podemos salirnos del sistema para
observarlo. Así, por lo tanto, no podemos conocer la realidad;
ni a ella ni a la supuesta verdad que hemos creado a su lado.
(16)
“De acuerdo a Korzybski, todos los intentos humanos de
explicar la realidad son y han sido construcciones, representaciones,
modelos de la realidad, mapas de territorios. Toda conceptualización
parte de una percepción limitada por nuestra propia estructura
humana. A partir de una toma de conciencia de esa percepción
obtenemos una idea, un concepto, una palabra, una acción.
Toda conceptualización parte de lo percibido y es entonces
una ‘construcción’ humana, un mapa de la realidad,
y no la realidad misma...Dado que es imposible captar totalidades
en las cuales estamos nosotros mismos incluidos, y debido a la limitación
de nuestra capacidad perceptiva, cada percepción es un modelo,
un mapa de la realidad; pero demasiado frecuentemente se considera
lo percibido como la realidad...”.
(17)
En efecto, solamente nos creamos imágenes de algo que denominamos
realidad (si es que existe algo que pueda ser nombrado de esa manera).
A través de nuestros limitados órganos sensoriales
y otros medios para nuestra percepción, percibimos o creamos
(aquí también depende de la postura filosófica)
rasgos,....”sucesos que corresponden a contornos del mundo
visible. Trazamos distinciones, vale decir, las extraemos; las distinciones
que no son extraídas no existen...”
(18).
Y para Bateson estas distinciones están sustentadas en la
diferencia:
“Los órganos sensoriales humanos únicamente
pueden recibir noticias sobre diferencias, y esas diferencias, para
ser perceptibles, deben estar codificadas en sucesos que acontecen
en el tiempo (o sea, deben estar codificadas en cambios). Las diferencias
estáticas corrientes que permanecen constantes más
de algunos segundos sólo se vuelven perceptibles mediante
una exploración especial. Análogamente, los cambios
muy pequeños sólo se vuelven perceptibles mediante
la combinación de esa exploración y de la reunión
de observaciones provenientes de momentos separados en el continuo
temporal.”
(19)
Parece obvio, ¿no?: lo que no es diferencia, lo que no son
diferencias de relativa magnitud y en períodos relativamente
cortos (de éste nuestro tiempo), no se perciben. En algún
momento a este respecto Bateson es contundente:
“Una fábula cuasi-científica reza así:
Tómese una rana, colóquesela dentro de una cacerola
de agua fría, y elévese luego la temperatura del agua
muy lenta y gradualmente, de modo tal que no haya ningún
momento marcado en el que la rana debiera saltar. Pues bien, la
rana nunca saltará: terminará cociéndose en
el agua hervida. ¿Estará acaso la especie humana en
una cacerola parecida, modificando su ambiente con una contaminación
en lento aumento y pudriendo su espíritu con una religión
y una educación en lento deterioro?.”
(20)
La cibernética de segundo orden propuesta por H. Von Foerster
también se fundamenta en la premisa epistemológica
El mismo haiku